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Cuando GTD te incomoda


Hoy me he encontrado con una persona que me ha dicho que GTD no le gusta porque le acorrala. Dice que tiene la sensación de que el sistema le pone en una posición entre la espada y la pared, de forzarle a estar en una situación que no quiere.

Lo estuvimos hablando durante un rato más. Me estuvo explicando que la sensación de sentirse acorralado se producía cuando, en el momento de procesar, se enfrentaba a la pregunta de «¿cuál es la próxima acción?». En general no había problema, los recibos son fáciles de archivar como material de referencia, las bombillas fundidas se tienen que sustituir, etc. Pero asuntos abiertos como «mejorar mi situación profesional» no lo son tanto.

Al principio, uno puede pensar en que la siguiente acción a esto puede ser, por ejemplo, mejorar un idioma, pero esto sigue sin ser una acción concreta. Sí es cierto que nos ayuda a clarificar el camino que hemos de seguir, pero para eso está la planificación natural.

Si ya hemos pasado por ese proceso sabremos que esto no nos ayuda a completar el objetivo, así que haremos el esfuerzo de encontrar acciones más concretas. Y es ahí donde nos sentimos acorralados: cuando nos hemos de comprometer con nosotros mismos a realizar algo concreto y definido.

En el caso de esta persona, se encontró ante el problema de no ser regular con sus hábitos de capturar. La (falsa) acción que decidió tomar fue, literalmente, «hacerlo de forma distinta a como lo estaba haciendo hasta ahora». Es una salida agradable a corto plazo, porque al no definir exactamente lo que haría, quedaba en una nube de «ya lo pensaré» sin tener que comprometerse. Por supuesto, hasta que no definiera exactamente qué es lo que iba a hacer que fuera distinto, no iba a avanzar.

Es por eso que nos hemos de tomar el paso de procesar como el momento de pensar. Pero este tiempo para pensar tiene que ser profundo, no consiste únicamente en prestar una atención mínima para saber con qué estamos tratando, sino que hemos de estar preparados para pasar a niveles más profundos y comprometidos. Si bien todos los resultados esperados y acciones son compromisos, en cualquier momento podemos enfrentarnos a un asunto pendiente cuya resolución suponga hacer algo que nos saque de nuestra zona de confort, o que provoque cambios inesperados.

Algo parecido pasa cuando estamos haciendo la revisión semanal y hemos de decidir en qué próximas acciones nos vamos a enfocar en los próximos días. Entre nuestros proyectos fácilmente podemos llegar a 200 próximas acciones a realizar. Pero si de media resolvemos 20 acciones cada semana, no tiene sentido hacer listas de próximas acciones con 200 elementos; lo único que conseguiremos así es ansiedad por no dar abasto, y frustración por arrastrar una semana y otra los mismos temas pendientes.

Sigamos poniendo algunos números como ejemplo. Eso quiere decir que en la revisión semanal tendremos que decidir exactamente qué 20 cosas vamos a hacer. Como antes, la primera reacción será apuntar el doble de acciones, porque tendremos la sensación de que muchos de ellos «no podemos dejar de hacerlos», y la suma de estos «imprescindibles» se va fácilmente a los 35 elementos.

Y ahí vuelve a estar la sensación de sentirse acorralado, de verse obligado a tomar una decisión. Si sólo puedo hacer 20 cosas, me veré obligado a descartar 15. Para eso está la revisión semanal, para ser valientes y decidir cuáles van a ser esas quince cosas que descartaremos.

GTD no tiene el objetivo de que nos hagamos preguntas incómodas. Al contrario, estas preguntas incómodas son imprescindibles para centrar nuestra atención y avanzar hacia nuestros objetivos, y afortunadamente GTD nos guía para que hagamos estas reflexiones, a diario.

Fotografía: Stopping to think de Envios.

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  • Buen artículo, Dani. Creo que apuntas bien los motivos por los que la gente se suele sentir «incómoda» cuando trata de implementar GTD. En especial, creo que es el momento de procesar el que puede hacerte sentir que te «acorrala».

    GTD te obliga a tomar decisiones. Es así, y si no estás acostumbrado, eso molesta. Pero tengo que decir a estas personas que no sólo GTD, La Vida te obliga a tomar decisiones constantemente, y si no te molestas es tomarlas… harás lo que los demás quieran.


  • «En general no había problema, los recibos son fáciles de archivar como material de referencia, las bombillas fundidas se tienen que sustituir, etc. Pero asuntos abiertos como “mejorar mi situación profesional” no lo son tanto.

    Al principio, uno puede pensar en que la siguiente acción a esto puede ser, por ejemplo, mejorar un idioma, pero esto sigue sin ser una acción concreta. Sí es cierto que nos ayuda a clarificar el camino que hemos de seguir, pero para eso está la planificación natural.»

    Bueno pero ahí está equivocado el concepto. Cuando esta persona lee en su bandeja de entrada «mejorar mi situación personal» entonces si sigue la metodología GTD sabe que eso es un PROYECTO así que lo tiene que anotar inmediatamente en la lista de PROYECTOS (eventualmente en Proyectos inactivos, o para comenzar) y olvidarse del asunto mientras procesa las demás cosas.

    Luego, seguramente en la revisión semanal habrá tiempo de ver que proyectos tenemos anotados y todavía no iniciados y ahí recién comienza la planificación natural o lo que fuera.


    • Lucía, es cierto que archivar un recibo es una sola acción, pero el ejemplo sirve para mostrar temas que son de distinta complejidad o, mejor dicho, suponen cambios de distinta profundidad en nosotros. Por ejemplo, cambiar una bombilla puede ser también un proyecto: si no tengo la bombilla tendré que ir a comprarla antes, o incluso llamar antes a la tienda para preguntar si tienen stock si es un tipo de bombilla especial (con formas o colores, por ejemplo). En este caso estaremos hablando de proyectos en ambos casos. Lo importante aquí es, ¿nos sentimos igual de cómodos definiendo el proyecto de cambiar la bombilla que el de mejorar nuestra situación personal?

      ¡Muchas gracias por tu aportación!


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