Desde que me metí en el tema de la productividad personal también leo libros sobre éxito personal. Hay libros clásicos como «piense y hágase rico» de Napoleón Hill, u otros autores como Brian Tracy y Stephen Covey, que han pasado por mis manos. Para ser una persona de éxito, dicen, es básico tener unos objetivos definidos y pasar a la acción.
El consejo siempre es el mismo:
Escribe en un papel tu objetivo en la vida, léelo a menudo, y haz un plan de acción para conseguirlo. El plan consiste en hacer una lista de acciones, y asignarles prioridades. Y después dedica al menos 30 minutos al día a estas acciones.
Al principio esto me desconcertaba un poco porque lo comparaba con GTD, pero con el tiempo fui poniendo esta información en su sitio. Entendí que estos consejos son bien intencionados. Están orientados aquellas personas que no tienen unos objetivos, una motivación, o necesitan pasar a la acción. En estos casos, claro, pasar a la acción sea como sea es mejor que nada. Quizá estos consejos también estén pensados para otro momento, otra época, otra forma de hacer las cosas (hay que entender que el libro de Napoleón Hill, por ejemplo, data de 1937).
Con la perspectiva de GTD para mí estos consejos pasan a ser peligrosos. El trabajar con acciones priorizada y sobre planificaciones hará que abandonemos tales objetivos. Primero, porque las prioridades no funcionan, harán que abandonemos la lista de acciones. Segundo, porque la caja de tiempo de dedicación diaria puede ser frustrante si no podemos cumplirla, aún cuando otros días podamos dedicar más tiempo. Y por no hablar de planificar por adelantado, que nos hace trabajar más de lo necesario.
De hecho, estos consejos son los que de alguna forma han dado pie a la «gestión del tiempo» clásica, que como dice Jerónimo Sánchez, «[…] debería erradicarse […]».
En GTD una vez definidas nuestras metas pasamos primero por un filtro de compromiso, que nos compromete o bien a empezar a trabajar en ese objetivo o bien aparcarlo para otro momento. Una vez aceptado ese compromiso, los proyecto para alcanzarlos y sus acciones pasan dentro del sistema. Esto quiere decir que a partir de entonces lo integramos con el resto de nuestra vida: las acciones sobre nuestro trabajo actual, las acciones para no desatender nuestra vida personal, etc. De esta forma vamos avanzando en esos objetivos de forma realista, dentro de nuestro día a día. Además, en GTD, hacemos revisiones continuas de proyectos y objetivos, para asegurarnos de que estamos yendo hacia donde queremos ir y no nos atascamos por el camino. Por último, con GTD no desperdiciamos energía en sobreplanificar, sino que la usamos allí donde más falta hace: en la acción y en mantener el rumbo a nuestro destino.
Fotografía de Tristan
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Jordi Sánchez
AuthorPara mi ese mensaje se traduce en «Escribe en un papel (sistema) tu objetivo en la vida, léelo a menudo (revisión semanal), y haz un plan de acción para conseguirlo (proyectos). El plan consiste en hacer una lista de acciones, y asignarles prioridades (¿Próximas Acciones o Algún Día?). Y después dedica al menos 30 minutos al día a estas acciones»
Es GTD puro, para quién no entiende de GTD 🙂