Productividad

¿Cuándo empezaste a trabajar para tus herramientas?


Llegas al trabajo por la mañana, pones en marcha tu ordenador y esperas un cuarto de hora a que esté listo, porque Windows tarda lo suyo, pero además está el cliente de correo electrónico, el antivirus, ese programita tan útil que instalaste y te llena el escritorio de recordatorios en post-its (hablo del escritorio del ordenador, porque los post-it de papel los tienes alrededor de toda la pantalla), y un par de «utilidades» más (la que te cambia la imagen del escritorio cada 30 segundos, la de la maceta virtual que tienes que ir regando porque, oye, también necesitas distracciones mientras trabajas, ¿no?).

Una vez el ordenador está en marcha ya puedes consultar tu bandeja de entrada, con 50 correos nuevos desde que ayer a las siete de la tarde te fueras de la oficina. Te pones a limpiar los 50 correos, y fácilmente te vas a las dos horas de trabajo. Haces una pausa para el café, que eso es sagrado, y te dispones a volver a trabajar.

Empiezas con una tarea que tenías apuntada (no es fácil, has tenido que buscar la que querías hacer entre los post-it virtuales y los de papel), y antes de dos minutos te llega un mensaje por el teléfono. Resumiendo un poco, en las siguientes dos horas dedicas menos de veinte minutos a trabajar porque te han interrumpido los mensajes al móvil, las llamadas, los nuevos correos que han entrado, etc.

Si te has sentido identificado con alguna de estas cosas tienes un problema: el ordenador, el correo electrónico y el móvil son herramientas, y ellas deben trabajar para ti, no tú para ellas. Es comprensible, nos las han dado pero nunca nos han enseñado cómo se han de usar; uno se saca la licencia para conducir un coche, pero no hay examen para usar las herramientas de productividad (supongo que es porque con un móvil no puedes matar a nadie, a no ser que lo lances muy fuerte).

Por eso, si nos preocupamos de usar el correo y el teléfono como herramientas que son (no ser esclavos de ellos, no usarlos a tiempo real, aprender a tenerlos cerrados mientras trabajamos, y otros hábitos) mejoraremos nuestra efectividad exponencialmente.

Fotografía: Cell in hands

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